noviembre 27, 2018 0 Comentarios
No sé qué tiene esta época del año que me pone con el sentimiento a flor de piel, ya sé que esta frase está considerada un lugar común (blah), pero para mí, es así. Desde los momentos felices, de risas o emoción, hasta lo que me produce tristeza, todo lo siento con más intensidad en la recta final del año. A diferencia de la Primavera, que parece ser por excelencia la estación en la que la creatividad y los buenos sentimientos de renovación se disparan, para mí el Otoño tiene una magia especial. Suelo estar más receptiva; el clima me parece que trae consigo una mezcla de nostalgia pero con mucha gracia. En general, el Otoño me resulta de lo más inspirador ¿Les pasa igual?
Y como este blog también es positive mind, les quiero hacer una recomendación de poesía, específicamente mexicana. Sí, poesía. Creo que todos elegimos una actividad para hacer catarsis en momentos cuando las emociones nos atrapan: Algunos dejan salir todo con el ejercicio; otros con la música, y otros más, como yo, preferimos algo más íntimo como la lectura. Hace poco (me) reencontré a Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, 1923), un veracruzano que desde que lo conocí -hace ya un par de años- me pareció de lo más amable de las letras mexicanas. Su poesía no sólo es conmovedora, sino que impacta muchas paredes del ser humano. Lo mismo habla del amor que de la condición humana; del destino o de movimientos sociales. “De lo que el hombre es en la infinitud de sus pasiones”, dice Alí Chumacero (otro mexa top), y yo le creo.
Sin más, les comparto algunos poemas de De otro modo lo mismo, una antología que reúne trabajos de sus libros escritos entre 1945 y 1971, incluso poemas que no fueron recogidos en sus poemarios. El ejemplar que yo tengo es de 1995 y está editado por el Fondo de Cultura Económica. Espero que les guste y los guíe por un Octubre más llevadero.
De “Cuaderno de agosto”.
Hacer un poema de amor: hablarte
como si estrechara tu cuerpo
como un cinturón de llamas quietas.
(Es posible, acaso, que se logre
una relación segura y tranquila
como el solo gesto de un saludo.
Algo más que tú y yo; o simplemente
nosotros —los mismos— con otros ojos
nuevos, con distintos brazos,
seremos capaces de admitirlo.)
Las palabras saben hacer extraños
juegos. Ellas solas dicen. Nosotros
somos la guitarra que alguien toca.
Cuando yo te digo “te amo”, es cierto
que te amo.
Pero no es verdad que yo te lo digo.
De “Fuego de pobres” (A propósito del #19S).
Llueve en México; llueve
como para salir a enchubascarse
y a descubrir, como un borracho auténtico,
el secreto más íntimo y humilde
de la fraternidad; poder decirte
hermano mío si te encuentro.
Porque tú eres mi hermano. Yo te quiero.
De “Los demonios y los días”.
Hace falta estar atentos, tendidos
para no perdernos nada;
para recobrar lo que olvidamos.
Pensar, conocer, por ejemplo,
qué es lo que sucede cuando se encuentran
dos que van a amarse; qué cuando muere
a solas alguno que quisimos.
Y cuando sentimos que un invisible
se instala de pronto al lado nuestro,
o se va en secreto, nos abandona,
¿qué hay, que no era nuestro, en la primera
mirada, el saludo que cambiamos con alguien?
De “Los demonios y los días”.
Cuando todo está perdido, cuando/ nuestro corazón —pobre animal desnudo—/ deja su prisión de piel y huesos/ y se queda fuera, saltando solo/ (…)/ cuando alguien que amamos nos ha dado,/ como una limosna manchada,/ por única vez, por última/ Vez, lo que quisimos, ella sola,/ y en cambio nos ha quitado todo,// entonces un viento enorme y duro nos hiere,/ y el recinto hueco del pecho/ se nos va llenando, desde el fondo,/ de un dolor espeso, de un atole/ amargo y salobre, y la garganta/
se anuda en el ansia de contenerlo./ No es lo mismo estar enamorado que amar (…).
16.
Hay días tan áridos, que yo mismo
quisiera callarme, ponerme,
sin pensar en nadie, a dormir. Quisiera
quedarme dormido mucho tiempo.
O buscar alguna compañía
necia, emborracharme hasta que nada
me importe, alquilar por media hora
una desdichada que me abrace,
que no me conozca, que me aborrezca
porque yo no soy lo que ella quiere.
Me canso de estar hablando solo;
me fatiga ya, por conocido,
el trabajo absurdo de estar queriendo,
tomando y perdiendo las esperanzas;
como el buscador de conchas marinas
-juntador de pobres tesoros cóncavos-
que al mover la arena ya lo sabe:
siempre estará rota la más hermosa (…)
De “El manto y la corona”.
Aunque estés lejos, aunque pienses
que estás viviendo a solas,
siempre que formas o rompes algo,
cuando algo modificas en las cosas
que te cercan a diario, y al hacerlo
sientes que estás abandonada,
que no hay nadie en tu mundo transformado,
no padeces tú sola. Estoy contigo.
Trabajo tuyo y mío
es abrir ventanas, las opacas
paredes, asomarnos a las cosas,
y no quedar en paz, no ser felices
mientras haya tristeza, mientras haya
algo que no esté hecho, mientras llore
sentado en una calle, entre las gentes,
un perro abandonado.
De tanto darse en vano, está dolido
tu corazón que sigue dándose.
Todo lo que tú eres, lo que amas,
crece en tu corazón, y lo desborda, y se despeña
de tus manos abiertas.
Pero no das en vano ya; recibo
lo que dejas caer. Tu desventura
ya no es completa desde que te amo.
https://www.facebook.com/CulturaColectiv/videos/1574525362558372/
De “Los demonios y los días”.
Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
—pues no uno sabe bailar, y es triste—;
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sienten, los deseos;
para los que saben con amargura
que de la mujer que quieran les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;
para los que fueron invitados
una vez; aquellos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta,
ya mucho después de entrados todos,
supieron que no se cumpliría
la cita y volvieron despreciándose;
para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
o vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;
para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia,
porque no serán consolados,
los que no tendrán, los que pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.
9.
Hasta más no poder estoy colmado
con cada cosa tuya. Soy el sitio
al que llegas a diario a visitarte;
a encontrarte contigo;
a preguntarte cómo amaneciste;
a platicar, contigo, de tus cosas.
El sitio en que te miras,
cantas, ríes, estás a todas horas;
una y muchas a un tiempo;
tú misma muchas veces,
multiplicada como en una alcoba
con paredes de espejos.
Ya no pretendo ser yo mismo
para que tú me veas;
estoy contento así, me he contentado
con ser tu mensajero,
tu traductor, tu intérprete;
el que toma al dictado lo que dices
para guardarte inalterada.
Con mirarme a la cara, alguien podría
saber si estás alegre o triste.
Esta mañana,
como tu voz y tu silencio eran
todo lo que escuchaba; como habías
dejado en mí una lumbre y un secreto,
quise escribirte las palabras
que escuchas que te leo.
Ya las conoces: son palabras tuyas.
Rubén Bonifaz Nuño murió en la ciudad de México el 31 de enero de 2013.
Si quieren conocer más de su obra, pueden conseguir este libro (y otros) aquí https://www.elfondoenlinea.com/Detalle.aspx?ctit=013927E
Ansia de resurrección, renovación de las cosas, es lo que siempre he pregonado en mi poesía.
– Bonifaz Nuño.
Gracias por leerme,
Rubén.
diciembre 05, 2024 0 Comentarios
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