noviembre 28, 2018 0 Comentarios
Hace unos días leía acerca del consuelo, específicamente a Stig Dagerman y su ensayo: “Nuestra necesidad de consuelo es insaciable”. El título me atrajo porque me pareció una invitación a descubrir qué nos hace propensos al consuelo y — si es que tal estado es latente, y al parecer inconsciente en nosotros—, por qué los seres humanos sentimos la necesidad de un alivio. Esto me hizo pensar acerca de mi lugar en el mundo y si mi entorno, trabajo, familia, amigos, pareja, etc., son agentes de casos que motivan un consuelo o son por sí mismos el consuelo de diversas situaciones en mi vida.
Escribo esto desde el consuelo del que habla Dagerman porque lo relaciona también con la libertad. No piensen en el consuelo como un estado de vulnerabilidad. No es así, al menos así tampoco lo plantea el autor. Sino como uno de los caminos hacia la reconciliación con nosotros mismos. Por eso retomo su texto para la entrada de hoy, porque —como dice el sueco—, el verdadero consuelo es hallar cada uno una razón de vivir que nos conduzca a la libertad.
Y la libertad, al menos para mí, es la abundancia o la totalidad de lo que nos da dicha y no tiene al tiempo como medida. De lo que nos hace ser nosotros; de lo que simplemente nos hace ser. Por eso me pareció bueno usar a Dagerman como el puente para contarles de un término que planteé en mi cabeza: “La selección de amistades”. Últimamente me he dado cuenta de algo, comparto mis momentos de libertad con un número reducido de personas, las mismas que yo he elegido de entre otro tanto, much@s, que he dejado atrás. ¿Les pasa lo mismo? Estoy en el umbral de los 30. Esto tiene que significar algo en la vida de una persona. Ya no somos los adolescentes enardecidos por la popularidad que alimenta el ego, ni tampoco los veinteañeros que van con un pie en terreno fijo, pero el otro, clavado todavía profundo, en ese anhelo de juventud. Hoy tengo 32 años y necesito encontrar la verdadera libertad de la que habla Dagerman, un motivo —o miles— que me dejen ser yo: Fuerte, pletórica de amor y de ganas de hacer las cosas, y eso no se puede compartir con todo el mundo. No escribo con un sentimiento egoísta, hablo de empatía; de compartir la misma visión de vida con otros. Eso es lo que va depurando las amistades con los años, sentir que vas en la misma dirección que otra persona, no para llegar al mismo camino, pero sí para ver con los mismos ojos.
El ser humano siempre se está reinventando. Aunque existan periodos en los que parece que pasamos más tiempo “siendo los mismos”, la realidad es que estamos en constante cambio. Quizá por eso pensé en el ensayo del sueco para escribir cómo es que la edad me ha hecho una persona más selectiva para elegir a quien me rodea. Él habla del ‘milagro de la liberación’. Se trata del súbito descubrimiento que nadie, ni ningún poder ni ningún ser humano, tiene derecho a exigirnos que nuestro deseo de vivir se marchite. ¡WOW! ¿Se habían puesto a pensar así en la libertad? Es mirarla más allá del poder que tenemos para andar y hacer lo que cada uno quiere. Y es en ese camino a la libertad, en el hallazgo del milagro, donde tiene cabida la amistad genuina. Esas personas que se van quedando contigo sin coartar tus deseos, anhelos o ambiciones, porque se saben parte de ti y porque no desearían para ti mas que tu bienestar, felicidad o como prefieras nombrar a la libertad.
En realidad el testamento literario de Dagerman es un poco -mucho- más en torno al individuo, pero me pareció un buen pretexto para escribir sobre la selección de las amistades. ¿En verdad nosotros hacemos esta ‘selección? ¿Las elegimos? Pensándolo mejor, son las que permanecen. Las verdaderas amistades también superan la prueba del tiempo, pero aquí hago un paréntesis: No el que todos conocemos, el propio. Me gusta pensarlo así. Puede ser que conozcas a una persona desde hace poco, pero sientas que su vida se conecta con la tuya de un modo poderoso, o de muchos modos. Ese, entonces, es el tiempo perfecto en el que tuvieron que coincidir. Ni antes ni después. ¿Y por qué se quedan en tu vida, en nuestra vida? Piénselo así, porque actúan más que como consuelos momentáneos. Dagerman les llama ‘consuelos huéspedes’ a los deseos, talentos, la sensualidad o la propia soledad de cada uno, esos destellos de felicidad que todos poseemos para subsanar vanidades: Un trabajo, el éxito, las relaciones amorosas… las amistades que permanecen son alimento para el espíritu que se mantienen al margen de tu ‘yo empoderado’. No quiero decir con esto que las personas que se quedan atrás, no que dejaste a voluntad, hayan sido “malas” para ti en su momento. En ese periodo te entregaron, nos entregaron, lo que necesitábamos. Pero algo pasa, la edad generalmente, que nos conduce a un perfeccionamiento de todas las áreas de nuestra vida, y esto también influye en la gente que está con nosotros. Si este cambio constante en el que estamos nos transforma, ¿por qué esperar que los de tu alrededor sean los mismos? No tiene sentido, ¿no creen? Como ya les he contado, creo firmemente en la liberación del espíritu y el logro de la virtud (por cierto, descubrí que esto tiene un nombre: ‘Ascesis’), y para alcanzarlos se necesita mucho de uno, pero, con el paso de los años, también he descubierto que hay otros que te ayudan a subir los peldaños de ti mismo, tus amigos. Quienes te dan una de las caras de la belleza de la que habla Dagerman, “en el espacio de un segundo o de cien años”: Su hombro, su paciencia, su consejo, su entendimiento, una caricia, un momento para hablar. Lo verdaderamente importante que da a nuestra vida contenido, forma y fondo, y que ocurre completamente fuera de la medida del tiempo. Porque la dicha de esa amistad “no solamente se sitúa al margen del tiempo, sino que niega toda relación entre éste y la vida”.
Seguramente ahora pienses: ‘Pero es que hay amigos para todo. No seas clavada, Khris’. Y sí, hay amigos para todo porque nos consuelan en situaciones específicas ¡Y no está mal! Pero, ¿puedes contar cuántos te acercan a la libertad? A ese estado en el que eres tú sin ser prisionero del engreimiento, arrogancia o la presunción. Quizá son muchos, qué bueno, aunque generalmente son pocos, porque pocos son los que se lanzan al atrevimiento de su propia depuración. Esos son los que te alimentan, los que han decidido quedarse porque tú, inconscientemente, quizá también los has elegido.Your vibe attracts your tribe. Esta frase tiene todo sentido hoy, a mis 32 años, más que nunca. Hoy quiero estar a lado de quienes me aporten un consuelo resplandeciente; con quienes comparta deseos de ser una mejor persona, un ser humano integral, pero no sólo eso, junto a quienes pueda trabajar para lograrlo. Las personas que están —y que estén— tienen una misión contigo, muchas veces inconsciente: Sacar lo mejor, y lo peor de ti, pues para que la amistad florezca es necesario evidenciar tu naturaleza, tu lado sensible y el más salvaje. De eso se tratan las relaciones humanas. Dice Dagerman, la vida no es una prestación, sino un crecer hacia la plenitud. Esa es para mí, la libertad de poder ser yo, con todos mis matices, en la vida de los demás. Es un camino que deja a otros atrás y junto a ti, a los que te llevarán a otros. Hoy, sobre todo, quiero estar a lado de quienes también quieran estar junto a mí.
Gracias por leerme,
Khris.
REFERENCIAS.
1. “Nuestra necesidad de consuelo es insaciable”. (Dagerman, 1952)
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